Justo en estos días he podido experimentar, lo bueno que es ver hacia atrás y no como para lamentar lo que ya pasó o lo que pudo ser, sino que es bueno mirar de nuevo al niño que un día soñó con lograr "algo" y ser "alguien", para poder hoy poner pausa y ver si ese "algo" ya fue conseguido por este "alguien" que hoy soy.
Tuve la oportunidad de volver a fantasear como niño, con una historia que me contaban donde intervenían un venadito, una tortuga, una ardilla y un cazador, marionetas pintadas y sostenidas en una mesa que me invitaban a imaginarlas con vida, escuchar los pasos sigilosos del cazador amenazante que se acercaba a sus víctimas, y emocionarme con la agilidad del venado al correr para distraerlo y casi al borde de echarle porras a la ardilla para que libere a su amiga la tortuga, volver a soñar, volver a imaginar... volver a creer.
Entre cuentos y cuentos hay uno que me ha llamado la atención, "Rumpelstilzchen" de los Hermanos Grimm, es una mezcla de conductas de avaricia, desesperación, codicia, y astucia, y podríamos encajar perfectamente en cada uno de los personajes, y cabemos en ellos porque son parte nuestro ser y deber ser, pueden haber cuentos oscuros que sacan nuestros mayores temores, y hay cuentos blancos y brillantes que nos demuestran lo mejor de nosotros mismos.
Es muy fácil hoy en día juzgar al mundo que pierde sus valores, que ha perdido su capacidad de asombro en manos de la rutina, de las catástrofes naturales, y que hoy son el postre favorito de la guerra, la inseguridad, la corrupción y la pobreza.
Un niño que vive un cuento, que se transporta a un bosque en un segundo con sólo mostrarles unas marionetas, es la fantasía convertida en realidad, una realidad por la que el hombre debe de luchar "La mayor ventaja educativa, sin duda ninguna, es la capacidad que tiene un cuento de transmitir valores. Quizás no hayamos reparado conscientemente en ello, pero si lo analizamos, la mayoría de los valores más firmemente arraigados en nuestra propia personalidad llegaron a nosotros de la mano de algún cuento".
Quién no soñó con ser ese príncipe que luchaba contra el dragón para salvar a la princesa dormida, injustamente encerrada en una torre, quién no voló con el niño que nunca quería crecer y conservar su alegría, quién no aplaudió el salto y planeo del elefantito que para todos era feo y deforme, pero para ti era lo más genial, sin importar las leyes de la física y la aerodinámica, quién no lloró la muerte de aquel león que amaba a su tierra y todo cuanto en ella había, quién no nadó por la C.A.O. buscando a ese pececito que "no podía hacer esas cosas que él creía” sólo porque tenía una aletita mala, quién no se entristeció al ver la caída del árbol gigante de los Omaticaya en manos de la codicia de los seres humanos.
Jugamos el rol del héroe y del villano, del inocente y el verdugo, de aquel que ve el vaso medio lleno y medio vacío; hemos dejado de creer en fantasía porque crecimos, y porque se nos ha enseñado que los "los cuentos son cuentos" y nadamás.
En el clímax de "Rumpelstilzchen", el enano declara saltando y cantando: “Yo sólo tejo, a nadie amo y Rumpelstilzchen me llamo", si alguien que se dice que a nadie ama es capaz de creer que "el valor de una vida no se puede comparar con algo material", nosotros como Seres Humanos (entendiendo lo que significa realmente ser humano), defendamos en valor de la vida en todas sus formas, desde el medio ambiente que canta y baila como los cuentos de Alicia en el país de las maravillas, hasta la dignidad misma de la vida humana y no regalar a un hijo a ese duende que nos tiende una trampa, para dejar de comenzar los cuentos con un "Érase una vez" y narrarlos como "Hoy en día es".
Rumpelstilzchen de los Hermanos Grimm
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